lunes, 24 de noviembre de 2014

Una madre excepcional



Flor de María
(Fotografía: Isabel Toribio)


Sus traslúcidos cabellos blancos se batían entre los aires cálidos del atardecer  que  se adentraban a aquella habitación donde  la llama azul entre rojiza se encendía a las seis de la mañana para abrazar a las pequeñas almas llenas de vida a cambio  de una sonrisa.  Sus manos morenas  y marcadas  habían tocado miles de puertas, miles de corazones a los largo de sus 55 años de edad buscando recolectar incansablemente  la generosidad y la ayuda desinteresada. Ella no solo es la madre  cariñosa, compresiva y misericordiosa   de sus dos hijos, sino la madre de todos los niños y niñas   del Sector Jerusalén de Manuel Arévalo III. 

Flor de María Mattos, es aquella madre que miles de niños desprotegidos quisieran tener, la sinceridad de su mirada  que la acompaña mientras nos cuenta las acciones que ha realizado en nombre de  los pequeños, la mantiene llena de vida y con ganas de seguir luchando día a día.





Virgen de La Puerta y Santa Rosa de Lima.
(Fotografía: Isabel Toribio)
 Desde hace un año ella viene cumpliendo el rol de presidenta del club de madres “Santa Rosa de Lima”  local, que luego de haber sido trasladado a varios lugares, terminó por instalarse en su propio vivienda ubicada en la calle Los Olivos del mencionado sector. Sus actividades empiezan con los primeros rayos o brisas densas  de la mañana que se entremeten por los orificios de la puerta de madera delgada, luego de persignarse ante la “Santa Rosita” y la “Virgen de la Puerta”  rodeadas de velas derretidas de la noche anterior, ella pide  porque en este nuevo día, los desayunos alcancen a  todos los niños que de improviso tocan las puertas del establecimiento buscando un pan, un taza de avena o de leche aunque sea fría. 


Cocina del club de madres. (Fotografía: Isabel Toribio)
Sin embargo, como es evidente, el aporte semanal no es suficiente  para abastecer la preparación de los desayunos diarios donde no solo se requiere de alimentos sino, de ollas, mesas y  utensilios en buen estado, por eso la  tenaz mujer, pide ayuda de puerta en puerta, sin importar lo lejos o cerca que este y   recibir en algunas ocasiones una respuesta desalentadora  pero eso no bastaría para detenerla.

El frío empezaba a envolver aquellos brazos  descubiertos entre las pequeñas ráfagas de arena que no dejaban de cesar. La brillantez  de las luces falsas de la noche segaban los ojos de aquella mujer de los pies cansados, su cuerpo empezaba a desvanecerse entre los murales descascarados que apenas se podían distinguir entre la profundidad de las calles que parecían no tener fin, acompañada solo de su sombra que se mezclaba entre la oscuridad nocturna, ella se reincorporaba tras recordar el propósito de sus esfuerzos que parecían ser vanos. 

Mesa donada por la Municipalidad de La Esperanza. (Fotografía: Isabel Toribio)
                                                “Pedir ayuda es algo  que yo realizo a diario, me voy a tocarle la puerta a todos  los vecinos de Manuel Arévalo, mucha gente me dice que yo no veo por mí, pero yo solo les digo si existe un club de madres es para los niños, por ellos yo  hago lo que hago” Indica.

Flor no acepta un “no puedo” “para otra oportunidad” como respuesta, en variadas ocasiones se ha encontrado con familias que disponen de buenos  recursos económicos   rehusándose  a colaborar o que simplemente no están interesados en conocer los argumentos  de perseverante mujer, ella solo se  retira con el mayor de los respetos y pidiendo a su “Santa Rosita” bendiciones para todos. Sin importar si es de día o de noche, incansablemente recorre las calles  en busca de apoyo para sus pequeños hijos.  En la actualidad sus principales fuentes de ayuda son el Partido Aprista de Trujillo,  algunos vecinos cercanos de la zona y como debe de ser La Municipalidad Distrital de La Esperanza.

“Esta mesa que ve acá nos acaban de llegar la semana pasada de la Municipalidad, aquí podemos colocar los alimentos que serán preparados para el desayuno” comenta. A los alrededores del pequeño espacio que la señora Flor ha decidido dividir por medio de un hule de color turquesa despintado por el uso,  entre las habitaciones de su familia  y el lugar donde se preparan los alimentos. Se puede divisar una pequeña cocina de dos hornillas que todas las mañanas soporta el peso de las ollas  industriales proporcionadas por el PRONAA en años anteriores.

Fachada del club de madres.( Fotografía: Isabel Toribio)
 Sus pequeños ojos apenas alcanzaban a divisar el interior de aquella habitación que aun despedía el aroma cálido de aquellos cuerpos durmientes. Sus cortos pies no dejaban  de empinarse sobre las piedritas que acababa de colocar una sobre otra para observar a plenitud aquel objeto sobre la mesa que lo habría mantenido despierto toda la noche de pronto,   sus pequeñas manos recostadas  sobre la madera fría golpeada por los vientos de invierno, descubrieron un orificio  por donde sin pensarlo dos veces  introdujo sus cortos bracitos para abrir el cerrojo de la puerta.

“Sí, cómo ve la puerta que da para la calle se puede abrir rápidamente por que tiene un hueco, pero con la  protección de la “virgencita” no nos ha pasado nada” indica Flor. Luego de observar la facilidad que su nieto de siete años, tiene para abrir la puerta  sin necesidad de tocar, era preocupante saber que la bondadosa familia podría ser víctima de un robo.Era imposible imaginar que alguien fuera capaz de causarle dolor a esta valerosa mujer, que no descansa a pensar de sus años.

Con mucho entusiasmo nos comentaba que siempre le ha gustado hacer las cosas por iniciativa propia, sin esperar que alguien le indique que hacer, pues ella considera que todo lo que ha venido realizando le nacen del corazón; ese sentimiento que nos envuelve todo el cuerpo  cada vez que realizamos una acción que hará feliz a otro, en el caso de los niños, la ilusión de su fiesta de cumpleaños.

“Cuando sé que están por acercarse los cumpleaños de los niños, voy ahorrando dinero, pidiendo colaboración a los vecinos para darles un pequeño almuerzo y un juguete”. Una acción que es poco común entre los clubs de madres. Es admirable el trabajo y es esfuerzo que realiza  para  sacarles aunque se una pequeña sonrisa a los niños y niñas del sector.  Ella nos comentaba muy entuasiasta  que en varias oportunidades se ha encontrado con niños impacientes por conocer sus regalos a las seis o siete de la mañana a las afueras de su casa,  a lo que ella agregó; “jamás debemos de romper la ilusión de un niños”.

Flor, es muy querida entre los vecinos de su localidad, puesto, que gracias a ella y sus constantes gestiones la ayuda por parte de las autoridades nunca le ha sido denegada. Sin embargo se requiere de un local más amplio para abastecer no solo de desayunos sino de almuerzos a todos los niños, niñas y ancianos que están desprotegidos; “hemos ido a la municipalidad y nos han dicho que veamos un lugar cerca donde pueda funcionar el club de madres”.  Sin embargo,  aún no han encontrado un espacio propicio para trasladarse, pero de algo podemos estar seguros, que esta noble mujer no descansará hasta cumplir sus objetivos; “El club de madres no es de las madres, es de los niños” terminaba de agregar  mientras  su incondicional  amiga Tomasa, miembro del club de madres,  tocaba la puerta  para recordarle  la reunión a la que debía de asistir.


Escrito por: Isabel Toribio














No hay comentarios:

Publicar un comentario

Foro de participación